miércoles, 27 de abril de 2011

El triste perdón

Artículo publicado en la página editorial de El Comercio



Por Abelardo Sánchez León

Los amigos tomaron la sabia decisión de no discutir de política, pero la Semana Santa no escapó a la tentación de tener su color político. Incluso la palabra perdón, esencia del espíritu cristiano, estuvo envuelta por intereses creados. Los primeros en ser perdonados fueron los díscolos futbolistas Farfán, Galliquio y Manco, las tres joyas del Canal de Panamá. Es cierto que el entrenador Sergio Markarián tiene una profunda inclinación religiosa, pero su decisión tuvo mucho del ánimo negociador y escogió la fecha indicada.

Keiko Fujimori ha esperado estos días religiosos para declarar que el gobierno de su padre fue autoritario y pedirle perdón al pueblo peruano por los errores cometidos. ¿Errores o delitos? Yo pienso que hubo errores, pero también graves delitos. Sin duda, su perdón debe haber considerado el lúcido artículo de Mario Vargas Llosa que describe el gobierno de su padre como de ladrones y asesinos. Sin embargo, lo más importante que debemos rescatar es si Keiko ha perdonado a su padre por los actos de violencia doméstica cometidos contra su madre en Palacio de Gobierno, teniendo como testigos los atónitos ojos del país. Recordemos que el presidente Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos encerraron a Susana Higuchi en sus habitaciones. Su posterior comportamiento, alicaído por las torturas psicológicas, abrió serias interrogantes acerca de su salud. ¿Keiko Fujimori ha perdonado a su padre por lo que le hizo a su madre? No olvidemos que ella ocupó su lugar cuando ejerció el cargo de primera dama. Keiko Fujimori reemplazó a Susana Higuchi y una década después pretende gobernar acorde a los consejos de su padre.

Las palabras del cardenal Juan Luis Cipriani no tuvieron ese hálito cálido que esos días aguardan y se enfocaron, más bien, en criticar a Mario Vargas Llosa por su decisión pública de votar por Ollanta Humala. ¿Por qué le recuerda al escritor su cercanía con la revolución cubana, si nuestro escritor es desde hace más de 20 años un militante de la doctrina liberal y vive alejado de toda manifestación de izquierda? ¿Por qué entra a discutir asuntos terrenales en días de paz espiritual? Un país que no ha sabido perdonarse, que no es capaz de reconciliarse, cuyas gentes se desconocen entre sí, no logra hallar el tono sincero de la verdad. La premura por ganar el voto de los indecisos invita, más bien, a la mentira y no necesariamente al sincero perdón.

Publicado el 27/4/2011 en El Comercio

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