miércoles, 27 de abril de 2011

Cuidado con los que asustan

Artículo publicado en la página editorial de El Comercio



Por Carolina Benavides (Psicóloga)

La primera vuelta electoral ha arrojado un resultado que refleja hechos por todos conocidos: la abismal escisión social, la indignación de millones de compatriotas conscientes de la inaguantable inequidad con una consecuente situación laboral abominable, así como la nostalgia de muchos pobres desprevenidos por la letal alianza entre la “mano dura” y la “mano abierta” con el dinero público.

A mi parecer, es lamentable que de cara a la segunda vuelta, en lugar de extraer conclusiones que conduzcan a atenuar los odios, acercando posiciones entre los compatriotas de bien, se afilen los cuchillos y se aceite la maquinaria millonaria que una vez más apela a los recónditos temores de las personas vacilantes. De nuevo se les asusta con la pronta aparición del cuco de inspiración caribeña que las despojará de su escuálida o abultada billetera. Cual Nostradamus criollos, afirmarán que el mundo se acabará, no el 3797, sino el 28 de julio del 2011.

En realidad, los verdaderos privilegiados, que orquestan o bancan la campaña de demolición del candidato puntero sí se asustan ante la posibilidad de que se establezcan elementales derechos laborales, que se eliminen las formas denigrantes de tercerización de servicios, que en lugar de quedarse con beneficios de miles de millones tengan que compartir con sus empleados y obreros un razonable pedazo del pastel, algo sobreentendido en los países con mayor nivel de desarrollo.

Estas angustias propias de su codicia no procesada son trasladadas a los que objetivamente poco tienen que perder. El procedimiento puede resultar eficaz porque nada mueve más a las personas sin mayores alternativas espirituales o intelectuales que el sueño de alcanzar algún día la riqueza que por ahora solo conocen de oídas. Parece ser que lamentablemente algunos líderes políticos no reparan, o no quieren reparar, en la proverbial profecía autocumplida. A fuerza de chillar que viene el lobo, acabarán por atraerlo.

Lo constructivo es algo totalmente opuesto: consiste en forjar alianzas entre los sectores democráticos que garanticen la mutua vigilancia crítica dentro de reglas claramente trazadas. La decepción para los más mezquinos consiste en que de obrar de este modo el único peligro radicaría en la constatación de que los lobos feroces solo existen en las fábulas y que por tanto no se librarían de ejercer un mayor desprendimiento con los que su mano de obra labran su riqueza. Lo que resulta inaceptable es que se sostenga, sin asomo de conciencia, que la amenaza provendría de lo desconocido, sin mencionar con siquiera una palabra que estamos ante el horror del retorno de los que saquearon el Perú, pretendieron perennizarse en el poder tras un golpe de Estado y justificaron La Cantuta y Barrios Altos.

Publicado el 27/4/2011 en El Comercio

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